La instalación de la grúa sobre nuestro barrio de Abando, fue un duro golpe a nuestro estado del ánimo. Nunca tengo insomnio, pero me desperté a mitad de la noche y estuve más de una hora dándole vueltas al derribo.
La grúa anunciaba la inmimente demolición del antiguo colegio de las carmelitas, la destrucción de un edificio en perfecto estado y recientemente rehabilitado. No por menos prevista la demolición nos hacía menos daño. La demolición planificada por el Obispado y ejecutada por la constructora Murias estaba en marcha.
Me levanté con sueño y nervioso. Era viernes, tenía mucho trabajo que cerrar por delante, pero decidí dedicar la mañana a ver qué se podía hacer. Llamé al ayuntamiento a preguntar si el monstruo que había puesto sobre nuestras cabezas tenía permiso. Tras una larga llamada, desde el área de urbanismo me dijeron que en el registro municipal no constaba petición ni notificación alguna de instalación de la grúa. Avisé por el grupo de Whatsapp vecinal que bajaría a la una a llamar a la policía para denunciar. Por si alguien quería acompañarme.
Ya me estaba esperando Carmen en la esquina cuando llegué. El viento había girado la grúa y teníamos la punta justamente encima. Llamé a la policía municipal mirando hacia arriba.
Primera llamda. Ha aparecido una grúa en nuestro barrio y según me han informado por teléfono en el ayuntamiento, no tiene licencia para ello.
Carmen llamó poco después para denunciar que los del derribo habían instalado un andamio en su fachada sin permiso. Murias y Obispado, propietario de la parela, no han tenido la consideración de pedirlo. Los municipales estaban ahora avisados por partida doble. Los minutos pasaban y nadie aparecía. Volví a llamar para insistir.
Segunda llamada. No hay patrullas disponibles, pero que irán cuando estén libres.
Al poco se sumó otra Carmen al grupo. Tres ya éramos multitud en aquella acera. Si la grúa tuviera ojos nos vería bajo la pancarta con el NO AL DERRIBO en letras rojas del balcón del primer piso. Una vecina pasó con prisa por allí con su hijo, que no podía quedarse pero que nos apoyaba.
Kepa pasó al rato y nos preguntó arqueando las cejas ¿Qué? Aquí estamos, esperando a la policía. Subo a dejar la compra y bajo a acompañaros.
Tercera llamada. Las patrullas están ocupadas, que vendrán cuando puedan.
Se acercaba la hora de la comida y la segunda Carmen se tenía que ir. Le dio tiempo a contarnos que ella había estado también en la AMPA del Cervantes, como Marijose o como yo. Vasos comunicantes de actividad en el barrio, las asociaciones de familias del colegio público son a veces el motor del asociacionismo vecinal. Este es un ejemplo más.
Se fue Carmen y llegó Bego minutos después. O llegó antes de que se fuera, ya no recuerdo bien la secuencia de los hechos. Que no tienen derecho a cortar la acera sin avisar. Itziar también bajó a acompañarnos, retrasaba su salida al pueblo de fin de semana.
Cuarta llamada. Que me avisen por teléfono cuando vayan a venir, que no puede ser que nos hagan esperar tanto, que tenemos otras cosas que hacer.
Me escapé a la frutería antes de que me cerraran. Dejé al resto del grupo al cargo.
Al poco de volver Kepa se unió al grupo y ya éramos cinco en la acera bajo la grúa y la pancarta. Otras banderolas con las palmeras, ya muy gastadas, contra el proyecto obispal ondeaban al viento en otros balcones. Justo hablábamos de Javier y aparecío como si nos hubiera oído. Subió a dejar algo que había comprado y se unió al grupo. Ya éramos seis.
Llevábamos toda la semana que si había que llamar a la policía, que si no habían cumplido las condiciones de la licencia, cada cuál en la soledad de su vivienda. Llamadas en solitario. Llamadas que no llegan a ningún lado. Bueno, no. La semana anterior las Cármenes estuvieron una hora bajo la lluvia esperando a que viniera la policía. Nunca llegó. No íbamos a dejar que pasara lo mismo esta vez.
Quinta llamada. Ya llevsmos más de una hora esperando. Que cuando haya alguna patrulla disponible irán.
¿Por qué no vienen? ¿Podremos denunciar cuando vengan? ¿o hay que ir a la comisaría? ¿Se puede denuncia en la Ertzaintza? ¿les llamamos? Qué poco sabemos sobre cómo ejercitar nuestros derechos. Los tenemos poco entrenados. Hace falta tener mucho tiempo y ganas para pasar de la queja al cuello de la camisa, de la queja en el chat vecinal a la acción.
Quinta o sexta llamada. Ya perdimos la cuenta. Tuiteamos que llevamos una hora y media desde la primera llamada. A los pocos minutos llegó el coche patrulla.
Un agente se metió en la parcela de las obras y el otro se quedó fuera. Tenemos muchas cosas que denunciar: la grúa, el andamio sin permiso en la fachada y el corte de la acera bajo los andamios. Resulta que no se puede deunciar en la calle, que eso solamente es para temas penales. Que lo nuestro tiene que ser denunciado en la comisaría de Miribilla. Que ellos lo que van a hacer es emitir un informe de lo que vean.
Le contamos. Nos identificamos. Tomó nota. Hizo fotos. Salió el otro municipal a decirnos que los de dentro le había dicho que no necesitaban licencia para instalar la grúa, ya que estaban en su propiedad (!).
Me tuve que ir antes de que acabara la conversación. El hambre y los hijos no perdonaban. El resto del grupo siguió hablando con los agentes. Me contaron más tarde que les dijeron que la denuncia tenía que ser en el juzgado de guardia.
Estaba mucho más animado que cuando me levanté. En la calle, llamada a llamada, somos mucho más que dos.
Epílogo: Lo que empezó juntándonos en la calle acabó unos días después con la paralización de las obras al demostrarse que la grúa de 35 metros de altura era ilegal. Así acabó la historia:
El lunes siguiente fuimos a poner denuncia al juzgado de Guardia. No la aceptaron al no ser un tema penal. Nos recomendaon ir al servicio de atención a la víctima, que nos dijo algo similar, solamente vale para víctimas de delitos. Dos días después tras varias llamadas al área de urbanismo del ayuntamiento nos informan que la grúa está instalada sin la correspondiente licencia y que han ordenado parar los trabajos. Efectivamente se trataba de una grúa clandestina. Al no poder usar la grúa empezaron a tirar los escombros por las ventanas, algo expresamente prohibido en la licencia. Nueva llamada a la polícía. De nuevo no aceptan la denuncia… pero esa ya es otra historia. A día de hoy las obras están paradas.
Bilbao, 21 de junio de 2021.